martes, 4 de diciembre de 2012

PROGRAMA TRIPALIUM JUEVES 6 DE DICIEMBRE DE 2012




María Eugenia Cerutti – 132.000 voltios 


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Líneas de Alta Tensión en Ezpeleta
Fuente Fotografía


En el año 2003, la periodista Silvina Heguy y la fotógrafa María Eugenia Cerrutti fueron a cubrir, como tantas otras veces, una nota para Clarín, el diario donde trabajaban. El origen de ese reportaje estaba en una denuncia: los vecinos de Ezpeleta, una localidad al sur del conurbano bonaerense, estaban desesperados porque una estación eléctrica de alta tensión estaba ocasionando daños irreversibles, fatales, en la salud de los habitantes del barrio. 

 El detalle es que, cuando Silvina y María Eugenia llegaron al lugar, encontraron mucho más que “la nota del día”. Había desplegado, ante sus ojos, un escenario devastador: a lo largo de los años –y como consecuencia de las emanaciones energéticas- habían sucedido más de cien muertes, y otro centenar de personas había enfermado de cáncer. 

Las historias de los sobrevivientes estaban dolorosamente escritas en el cuerpo. Ese día, Silvina y María Eugenia entendieron que estaban frente a una historia profunda. Y decidieron dedicarle al tema el tiempo que fuera necesario. Transcurrieron tres años. A lo largo de ese período, fueron una y otra vez juntas a esa suerte de submundo que era el barrio de Ezpeleta. 

Hablaron con los vecinos, establecieron lazos delicados, y finalmente –en el año 2006- volcaron ese trabajo en un reportaje austero y a la vez impactante que hablaba de la enfermedad, sí. Pero también de la ausencia del Estado y de la imposibilidad de un futuro. La nota, titulada “Un barrio, demasiadas ausencias”, fue publicada por el diario Clarín en diciembre de 2006 y en años subsiguientes recibió varios reconocimientos, entre ellos el Premio Rey de España. Asimismo, María Eugenia ganó el premio a Mejor Fotografía otorgado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y vio cómo sus retratos, a lo largo del tiempo, terminaron por atravesar el límite de la narración documental para convertirse en reflexiones contemporáneas sobre el cuerpo y la intimidad. T

anto es así que, hace poco tiempo, estas imágenes fueron incluidas en el libro Body Politics, que muestra el uso de la fotografía (y del cuerpo) como herramienta política. En el año 2006 Silvina y María Eugenia ganaron una beca que les permitió financiar la publicación de “132.000 volts”, un libro que ahora, parcialmente, reproducimos en Nuestra Mirada. La estación eléctrica, entre tanto, sigue en funcionamiento. Un barrio, demasiadas ausencias Texto por Silvina Heguy, Fotografías por María Eugenia Cerutti  


Desde hace años las mariposas no han vuelto a invadir una de las esquinas de Ezpeleta. La señora Gladys Solioz las extraña, sobre todo en el mes de septiembre, cuando, en lugar de verlas teñir de colores ese lote descampado que hacía las veces de plaza, sólo ve un paredón blanco que oculta una estación de energía eléctrica. 

Gladys Solioz actualiza en un mapa los muertos y enfermos de Ezpeleta

Gladys Solioz actualiza en un mapa los muertos y enfermos de Ezpeleta


El hecho de que las mariposas no hayan vuelto a Ezpeleta podría parecer una noticia que sólo lamentaría un ledipterólogo. Pero en este barrio de clase media, a treinta minutos al sur de Buenos Aires, es sólo el comienzo de una lista de ausencias. Gladys Solioz no sólo extraña la ausencia de las mariposas: lamenta sobre todo la muerte de sus vecinos. «En esta casa vivía una señora que murió de cáncer. Al lado, fueron dos los enfermos. Y acá, en esta de jardincito, vivía un nene de cuatro años que falleció de leucemia», dice como una especie de guía de turismo funerario. A ese descampado de la esquina de las calles Padre Bruzzone y Río Salado los muchachos del barrio le llamaban «el campito», una plaza desnuda en la que solían jugar al fútbol. Fue a principio de los años ochenta cuando la Municipalidad de Quilmes, de la que Ezpeleta depende, permitió a la empresa estatal de electricidad, Segba, instalar en ese terreno una subestación a la que bautizó con el nombre de Sobral. La protesta de los vecinos por el cierre de su plaza obtuvo sólo una promesa de los funcionarios: que pronto volverían a tenerla. Incluso remodelada. Sería al fin una plaza oficial. Pero eso nunca sucedió. Segba se privatizó y se convirtió en Edesur, una de las principales compañías de electricidad de Argentina. Una mañana de 1992 una cuadrilla de obreros llegó hasta ese galpón de transformadores eléctricos. Su objetivo era que la subestación aumentara su potencia instalando dos cables más de alta tensión de ciento treinta y dos mil voltios, cada uno de ellos seiscientas veces más potentes que los que suelen alimentar de electricidad a cualquier casa de familia.

CONTINÚA EN REVISTA NUESTRA MIRADA

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